"Oficialmente, todavía no existo".

En un mundo de fronteras y Estados-nación, Ángela y su hermana pequeña Christina no tienen un hogar legal. La pareja vive en un limbo legal, despojada de sus derechos e incapaz de avanzar o retroceder, atrapada entre las grietas de un marco jurídico que no reconoce su existencia.

Ser «apátrida» es no ser una persona reconocida como nacional ante la ley de ningún Estado. Y para muchas personas -incluidas Angela y Christina- es un calvario que dura años; a veces incluso toda la vida.

No siempre fue así. La historia de las hermanas comenzó en Azerbaiyán, donde las tensiones étnicas entre las comunidades azerí y armenia estallaron en violencia, obligándolas a huir. Al llegar a los Países Bajos como solicitantes de asilo, imaginaron un santuario, pero en su lugar se encontraron con un atolladero burocrático.

A principios de 2004, su solicitud de asilo fue rechazada y se ordenó a la familia que regresara a Azerbaiyán, pero había un problema: el gobierno azerbaiyano se negaba a reconocer su ciudadanía. La familia no tenía documentos de viaje ni medios para demostrar su nacionalidad, lo que anuló su identidad legal. Mientras intentaban una y otra vez conseguir algún tipo de Estado -ya fuera en Azerbaiyán, en la vecina Armenia o en Holanda-, las hermanas pasaron años entrando y saliendo de centros de acogida para personas en crisis y de centros de detención migratoria.

«Los documentos que tengo me dicen que soy de ‘nacionalidad desconocida'», explica Angela, un hecho que resume la experiencia kafkiana de la apatridia; una realidad en la que no están ni aquí ni allí, existiendo sin nacionalidad, derechos ni un futuro claro.

Comprender la apatridia

Se calcula que el fenómeno de la apatridia afecta a unos 10 millones de personas en todo el mundo, y sus causas son tan diversas como las personas a las que afecta: desde la discriminación y las lagunas jurídicas hasta las convulsiones geopolíticas. La difícil situación de los rohingya en Asia, los romaníes en Europa y los palestinos y kurdos en Oriente Medio son ejemplos conmovedores de cómo la apatridia puede surgir de dinámicas étnicas, jurídicas y políticas, dejando a comunidades enteras en una lucha perpetua por el reconocimiento y los derechos.

Se trata de una cuestión compleja, agravada por las discrepancias entre las leyes nacionales y los precedentes internacionales en materia de derechos humanos. La Convención sobre el Estatuto de los Apátridas de 1954 y la posterior Convención para reducir los casos de apatridia de 1961 establecieron el marco jurídico para abordar esta cuestión, definiendo la apatridia y estableciendo los derechos de las personas apátridas. Pero la aplicación de estas convenciones es incoherente, ya que muchos países carecen de los mecanismos legales o la voluntad política para abordar con eficacia las complejidades de la apatridia.

La definición jurídica de apatridia, aunque clara en teoría, se vuelve compleja en la práctica.

Las personas apátridas carecen a menudo de documentación que acredite su identidad o nacionalidad, lo que les dificulta el acceso a la educación, la sanidad y el empleo. La ausencia de estatuto legal también les hace vulnerables a la explotación, la trata y otras formas de abuso.

Atrapados entre las grietas

En particular, las personas apátridas corren el riesgo de ser retenidas durante periodos prolongados en centros de detención migratoria. Las personas apátridas carecen a menudo de documentos personales y oficiales que demuestren su identidad y nacionalidad, lo que dificulta demostrar el riesgo de persecución u otras circunstancias pertinentes para fundamentar una solicitud de asilo, y hace que muchas sean rechazadas.

Además, cuando las personas apátridas son internadas en un centro de detención migratoria, puede resultarles muy difícil salir de él. Esta situación se produce porque la deportación requiere que el país de origen acepte a la persona. Las apátridas, al carecer de esta afiliación fundamental, no tienen país que los acepte.

La Red Europea de Apátridas (ENS, por sus siglas en inglés) ha documentado numerosos casos en toda Europa de personas apátridas que permanecen detenidas durante periodos prolongados debido a la dificultad de establecer su condición jurídica o ejecutar las órdenes de expulsión. Sin un mecanismo que reconozca formalmente y aborde su apatridia, las personas quedan en un limbo legal, lo que conduce a repetidos y prolongados periodos de detención.

En Australia, recientes recursos judiciales han puesto de relieve la difícil situación de las personas apátridas detenidas por motivos migratorios. Las sentencias del Tribunal Superior han declarado ilegal la detención indefinida, sentando un precedente que podría influir en futuras prácticas de detención en el país. A pesar de estas victorias jurídicas, la realidad práctica para las personas apátridas sigue siendo sombría, ya que muchas sufren graves restricciones de su libertad y sus derechos incluso después de ser puestas en libertad.

Apátridas y alternativas a la detención

Para hacer frente a estos problemas, cada vez se reclaman más alternativas a la detención que ofrezcan soluciones humanas y respetuosas con los derechos en la gestión de los casos de apátridas. ATD es un término que hace referencia a cualquier ley, política o práctica que reduzca la detención migratoria y permita a las personas vivir dentro de la comunidad.

En lugar de encarcelar a las personas, se satisfacen sus necesidades básicas -como atención sanitaria, alimentación y vivienda- en la comunidad. Pueden tener acceso a servicios de apoyo, como asistencia jurídica o un asistente social especializado, y se les concede el derecho a trabajar y a acceder a la educación mientras esperan el resultado de su caso.

Dado que sus causas judiciales suelen ser largas y complejas, esto es especialmente crucial para las personas apátridas. Las alternativas a la detención permitirían a las apátridas vivir en la comunidad mientras se resuelve su situación legal, fomentando una sensación de normalidad y dignidad que a menudo se ve despojada en la detención.

Aunque finalmente fueron puestas en libertad, Angela y Christina siguen siendo apátridas. Si algún día consigue una nacionalidad legal propia, Angela espera viajar por el mundo. En cuanto a Christina: «He dejado de pensar en el futuro», dice. «Ahora sólo vivo el día a día».

La búsqueda de una identidad legal por parte de las hermanas sirve de conmovedor recordatorio de las líneas invisibles que dividen nuestro mundo y de las vidas que quedan atrapadas entre las grietas.

Las historias de personas apátridas son un llamamiento al mundo para que reconozca la dignidad y los derechos de quienes han sido invisibilizadas.

La apatridia no es sólo una anomalía jurídica, sino una profunda crisis de derechos humanos que exige atención y acción a escala mundial. Al abordar la apatridia, la comunidad internacional debe esforzarse tanto por encontrar soluciones jurídicas como por lograr un mayor reconocimiento de la humanidad compartida que nos une a todos, independientemente de los pasaportes que tengamos o de las banderas que enarbolemos.

* La historia de Angela y Christina es una adaptación de un estudio de caso recogido en la publicación Protecting Stateless Persons from Arbitrary Detention, de la Red Europea de Apátridas (ENS).